La intemperie
Representar
Entre lo general y lo particular
Por Emilio Garbino Guerra Filósofo
Estar ubicado en el espacio seria algo así como vivir en algún lugar y no tener las rutinas de lo desplazamiento, allí, correspondientes a todas las actividades que se quieran pensar como posibles. Trabajar, visitar, salir afuera, pasear, ver algo y así con tantos otros actos que solemos protagonizar en el lugar que vivimos. Se podría arriesgar diciendo que esas acciones de todos los días, tienen características locales, es decir, son compartidas gentiliciamente (valga el neologismo) por un número x de personas en un lugar x, siendo este último por ejemplo, una ciudad. Pero también se pude decir que esas características son el resultado de la acción de generalizar, algo así como valerse de un patrón de semejanzas compartidas, pero que en los hechos concretos e individuales, o bien cada caso pero cobrándose el precio de la astricción, lo cual será siempre atentar contra la variedad impensada de los individuos. Supongamos que la frecuencia de estadía en ese sitio funcione como una usina de ciertas querencias: Formas de ver el mundo, la tonada del idioma, la idiosincrasia o el fanatismo, o cualquier otro tipo de rasgo general que asuma la pretensión de gerenciar lo común, según esto se considere
Queda disimulada en esa “normalidad” cotidiana que se le da vida. Tenemos pues dos cosas, que generalizar es inevitable (y no solo por una cuestión socio-comunicativa), y que en cualquier caso se trata de un mecanismo o pensamiento que al tiempo que se activa descubre su límite constitutivo: siempre que se trata de una proyección abstracta de lo poco que se sabe de hecho en relación a lo que incluyo en la generalización.¿Como es entonces que podríamos hablar de la localidad, del rasgo de pertenencia al lugar de eso que, concentrándonos sobre todo en la producción artística, llamamos la variadas formas de la representación? ¿Qué sería ser “cordobés” a parte de hablar con cantito, ser gobernado por De la Sota, y así sucesivamente hasta que sintamos que hemos agotado el campo de lo que suele caracterizarse como típico? ¿No es este recurso la “localidad” ya una forma de generalizar, una forma especial de generalizar? También podría ser que una representación escénica (en la calle, en un escenario propiamente dicho, en un recital o en un partido de fútbol) sea una manera mediante la que se nos dice algo. ¿Cómo podría algo decirme algo y que no resulte ajeno o improbable, como podría yo identificarme con eso que se me está mostrando o diciendo más allá de las coincidencias inmediatas, esto es, sentirme animal racional, argentino, o más aún cordobés? De todos modos, ¿Qué es esto de “identificarme”, como si fuera un deglución motivada para un urgente sentimiento de pertenencia o similar?.
La oferta del entretenimiento, esa garantía de levedad con la que se suele ofrecer un producto de consumo, en principio “cultural” nos podría evitar tener que pensar o comprender algo. Es más fácil y además más divertido. Me refiero de remplazar la pretensión de identificación por la posibilidad muchos más accesible de entretenerse con. Digamos que son cosas alternativas que no se relacionan necesariamente según un régimen de exclusión, pero eso no evita que la apelación a dicho entretenimiento sea ya estéril.
Veo el gigante muñeco-estatua hecho de cajas de cartón; instalada, trepada a la especie e pirca a la vereda-puente que atraviesa la cañada sobre el boulevard San Juan; parece “alguien” que asoma, y que ha quedado colgado. Lo evidente es la presencia inusual, el tamaño, como un tótem urbano. La idea, además de audaz por el tamaño y el lugar estratégico elegido, también es interesante por lo que podría mostrar, decir o significar, cosas tal vez posibles, pero no por ello despreciables. Las preguntas quien o que es, que hace, que quiere decir, son en principio arbitrarias, a no ser que nos demoremos por un momento en lo más básico y fácil que se pueda decir sobre el gigante: es la representación de una forma humana, al menos una que a primera instancia se impone como humana en su más directa señal: su apariencia nos lleva a ver un hombre, un hombre que no es hombre si no un gigante quieto hechos de capas de cartón, pero que representa-un-hombre, un muñeco o lo que sea. Tal vez un monstruo, una deformación de la escala humana que está allí porque… porque ha sido puesto para…talvez simplemente para romper cierta normalidad visual. Cualquier localismo se esconde y aparece, ciego o libre en el ensayo de cierta generalidad; acaso como el mero anhelo cotidiano.

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